“Gildo era hijo de un modesto
hogar, compuesto por una buena y hacendosa mujer, tres hermanos varones, y que su
padre, un ex combatiente de la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, solía
trabajar la tierra como agricultor, donde tenia algo de ganado también, dice
que era muy conocido en la zona este hombre, por que era el único que tenia un
camión, para transportar los productos cultivados de su chacra y de las
vecinas, a los centros poblados, por aquellos polvorientos caminos, donde las
huellas de los carros y sulkys hacían mas difícil sus viajes, “Palillo” se
detiene en su búsqueda me mira fijamente por un momento y como en una confesión
con sus ojos húmedos, me afirma que el niño Gildo paso por muchos trances
dolorosos y también económicos, luego de la temprana perdida de su padre, pero
que a pesar, siempre tenia un chiste o una sonrisa dado su buen carácter.
Al encontrar unas antiguas fotos
Kodak color, las sostiene con sus manos venosas y las mira como sumergiéndose
en ellas, en un tiempo que ya fue, pero donde él no quiere dejar de pertenecer
y mucho menos que se pierda en los pliegues del olvido de la historia
provincial, me dice con voz emocionada casi sin mirarme: la “pelota” Crivisqui…
la pelota! esta es la clave de casi todo, fue en un “picadito” donde lo conocí,
era un niño bien formado, cara redonda, ojos brillantes y transparentes por los
cuales se podía ver si su alma estaba alegre al compartir unos “tere” con sus
amigos, eufórico como cuando lideraba a su equipo en la cancha o con aquella
inmensa tristeza de haber perdido a su padre. Este hecho seria el primer gran
golpe en la vida de Gildo, luego vendría uno tal vez peor, para el cual nadie
esta preparado, la muerte de un hijo, pero este trágico hecho pasaría muchos
años después, ya gobernado su provincia y será parte de otro capitulo de esta
historia.
Me relata Don “Palillo” Romero
que para Gildo era un obsesión el deporte, Fútbol o Básquet, que el solo pique de la pelota lo
transformaba y lo ilusionaba, era un chico que sabia transmitir y contagiar
entusiasmo, era un ser simple, sencillo, sincero, bromista, con el calor y la
humildad de los auténticos triunfadores, era buen alumno en la única escuelita
de Laguna Blanca cuyo director era un maestro Riojano que inspiraba a aquel
puñado de niños campesinos con sus charlas y relatos.
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